Hoy, 23 de junio, estamos celebrando un aniversario más de la expropiación ferrocarrilera.
No es una de las fechas históricas más mediáticas, sobre todo a raíz de que se privatizó gran parte del sistema ferrocarrilero mexicano en los años noventa.
Pero, ahora que existen grandes proyectos sexenales relacionados con los trenes, es importante recordar este acontecimiento.

(Foto: Doralicia Carmona Dávila/Wikimedia)
Los ferrocarriles mexicanos
La historia de los ferrocarriles mexicanos comenzó prácticamente con el México independiente.
Tan solo una década después de la consumación de la independencia comenzó el proyecto de traer los primeros ferrocarriles a nuestro país.
Así, oficialmente, en 1837 el presidente Anastasio Bustamante otorgó la primera concesión para construir la primera línea ferroviaria nacional.
La idea era unir a la Capital del país con el puerto de Veracruz, el principal puerto comercial del momento.
La inestabilidad del país ocasionó que el proyecto se inaugurara, de forma incompleta, hasta el 16 de septiembre de 1850, y se completó hasta 1872, ya con el presidente Sebastian Lerdo de Tejada.
A partir de ese momento se inició la construcción de una enorme red ferroviaria en diferentes zonas del país, sobre todo durante el porfiriato.
Eso sí, todos estos eran negocios concesionados, estaban en manos de particulares.
La expropiación ferrocarrilera mexicana
En 1902 el gobierno invirtió en la National Railroad of Mexico, la empresa más importante del ramo y originalmente estadounidense, pero que aceptó inversión de otros particulares y del gobierno federal.
A partir de 1908 cambió su nombre a Ferrocarriles Nacionales de México, S. A., y el gobierno obtuvo el 50% de sus acciones.
Ahora bien, la mayoría de la red ferroviaria nacional quedó en muy mal estado después de la Revolución Mexicana.
No solo eso, también se consolidaron otros medios de transporte más baratos, cómodos o más rápidos, como los autobuses, los autos particulares y los aviones.
Ferrocarriles Nacionales se encontraba al borde de la quiebra a mediados de los años treinta del siglo pasado.
El enorme grupo de trabajadores de la empresa que dependían de la misma, agrupados en los sindicatos Unión de Mecánicos Mexicanos y La Gran Liga de Empleados del Ferrocarril, estaban enojados, con sueldos estancados y con grandes problemas para mantenerse.
Además, el resto de empresas ferrocarrileras se encontraban en una situación similar.
Así que, el 23 de junio de 1937, el Presidente Lázaro Cárdenas decidió hacer valer la Ley de Expropiación que se había decretado un año antes, misma que sería la base de la expropiación petrolera en 1938.
Aprovechando esa ley, decretó la nacionalización de los Ferrocarriles Nacionales de México, y la creación del Departamento de Ferrocarriles Nacionales de México.
Con esto se realizó la expropiación ferrocarrilera, y el gobierno pudo controlar el precio del transporte en ferrocarril, así como asegurar el empleo de miles de personas.
Eso sí, aunque se incrementaron las vías ferroviarias durante los primeros años en que el gobierno tuvo el control de los ferrocarriles, la inversión fue disminuyendo con los años.
Los ferrocarriles hoy
Durante el gobierno del Presidente Ernesto Zedillo privatizaron los Ferrocarriles Nacionales de México, y se vendió a particulares, aunque dividido en 4 partes.
Ese mismo sexenio se vendió el parque vehicular de Ferrocarriles Nacionales hacia el extranjero.
En 2006, en los meses finales del gobierno de Vicente Fox, se planteó reactivar los servicios ferroviarios nacionales, pero ahora con transportes de alta velocidad.
El proyecto se reactivó durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, planteando servicios de trenes interurbanos, pero, incluso con el proyecto concesionado, no avanzó.
Actualmente, el presidente Andrés Manuel López Obrador se encuentra en una fase avanzada del llamado Tren Maya, un ferrocarril turístico y de carga.
Como ven, la vida de los ferrocarriles nacionales ha sido larga, pero con muchos altibajos.